martes, 16 de noviembre de 2010

La resistencia no solo es fisica

    A Sarah Reinertsen le gusta pensar que es parte humana y parte máquina. A la triatleta de 34 años le gusta describirse como una chica de una pierna en un un mundo de dos. Es la primera amputada en ganar una competencia Ironman.
    Subió por la Gran Muralla China y escaló un acantilado gigante en Vietnam durante la décima temporada del programa de CBS The Amazing Race
    Y cuando no está corriendo, montando en bicicleta o nadando, se está probando prótesis para examinar lo último en blindaje automático de un fabricante de prótesis. También anima a los soldados que han perdido una extremidad en un acto de guerra. Es toda una heroína popular que se dirige a los corredores que la conocen desde que era una niña de once años cuando se puso unas deportivas y comenzó a correr por su vida. 
    Y cuando no está corriendo, montando en bicicleta o nadando, se está probando prótesis para examinar lo último en blindaje automático de un fabricante de prótesis. También anima a los soldados que han perdido una extremidad en un acto de guerra. Es toda una heroína popular que se dirige a los corredores que la conocen desde que era una niña de once años cuando se puso unas deportivas y comenzó a correr por su vida, estaba en una carrera de diez mil metros con su papá y su hermano cuando vio pasar a un atleta con una pierna artificial. "No podía creer lo que estaba viendo, me di cuenta que era posible", aseguró Reinertsen. Regresó a casa, se puso unas deportivas y se enseñó a sí misma a correr. Muy pronto, tenía un entrenador y estaba ganando medallas en carreras de relevos de corta distancia. Para cuando cumplió 16, estaba compitiendo en los Paralímpicos de Barcelona. Se tropezó a la entrada y se sintió tan derrotada que regresó a casa y guardó sus zapatos durante dos años.
    "Pasé mucho tiempo sintiéndome incómoda conmigo misma", dijo. Para su segundo año de universidad en la Universidad George Washington, se dio cuenta de que le hacía falta correr y centró su atención en las maratones. "Correr me enseñó a ver mi cuerpo como un todo", dijo. El premio era correr en la Maratón de la ciudad de Nueva York de 1997. Su entrenador corrió a su lado con una pierna de repuesto en brazos. Llegó a la línea de meta seis horas y media después.
    Como atleta, Reinertsen halló fe en el lugar al que podía ir su cuerpo. El año de la maratón, conoció a un hombre al que le faltaba una pierna que se iba para Hawái a la competencia Ironman. A Reinertsen le encantaba ver la carrera en televisión y se convirtió en su obsesión instantáneamente. Solo había dos problemas. Aunque tenía la parte de carrera bajo control, no tenía idea de cómo montar en bicicleta y lo más que conocía de la natación era flotar en el estrecho de Long Island cuando era niña.
    Pero asumió el reto. Comenzó con la bicicleta, practicando en su apartamento de Brooklyn. Nadar fue un reto mayor. Había una piscina a pocas cuadras de su casa. Pero cada vez que se bajaba del subterráneo se encontraba a la gente mirando fijamente a un mendigo cojo en la plataforma. Esa imagen tan intensa hizo imposible que pensara en ir a la piscina, quitarse la pierna metálica y lanzarse al agua. En cambio, tomaría un desvío de camino a casa y se acostaría en el sofá con medio litro de helado Ben and Jerry's. Esa rutina diaria le tomó un año. Se convenció a sí misma de que debía regresar a la piscina, quince minutos cada vez durante otro año. Trasladarse de Nueva York a California facilitó el entrenamiento al aire libre. Para 2004, estaba en camino a Hawái. Llevaba doce años entrenando.
    Reinertsen aprovechó la resistencia que tenía para la carrera, aunque se le pidió que se retirara porque tardó quince minutos más en el tramo de ciclismo. Ese asunto inconcluso la llevó de vuelta al reto Ironman un año después, cuando terminé en 15 horas y 5 minutos y se convirtió en la primera mujer con una pierna prostética en ganar la codiciada triatlón. "Cuatrocientas personas que andaban en dos piernas llegaron después que yo", aseguró Reinertsen. "Fue una sensación fabulosa".

martes, 2 de noviembre de 2010

Martín Sharples, un inquieto por excelencia

Martín Sharples es de aquellos que, de verdad, libran batallas por el único deporte que aún vale la pena: el deporte sin dinero. Tiene 41 años y un sueño de jugador de rugby junto al maldito accidente que en 1993 lo dejó sin la pierna izquierda.
Fue maratonista, lo aplaudieron a rabiar en Italia cuando llegó a la meta de una carrera en homenaje al fondista Miguel Sánchez con la prótesis destrozada en una de sus manos. Fue el señor de los disgustos, cada vez que subió a un palco a recibir un trofeo y les dijo a los organizadores que era una injusticia otorgar premios diferenciados a hombres y mujeres, corredores de a pie y en de sillas de ruedas.
 A los 27 años, por un accidente de tránsito, debieron amputarle la pierna izquierda. Pocos médicos, en 1993, pensaban que podría correr con una prótesis.
Hoy Sharples ha regresado de Cuba. Fue con su bicicleta, apodada Pata Loca a sumar deporte en el homenaje a los 50 años de la Revolución. A insistir con aquello del mundo distinto.
“La idea surgió hace poco más de un año, cuando terminé una travesía entre Bolivia y la Argentina para estar presente en el 40 aniversario del asesinato del Che Guevara. Me propuse entonces viajar a Cuba en diciembre de 2008 y quedarme hasta enero de 2009 para unir las ciudades de Santiago de Cuba y La Habana con mi bicicleta. Sería mi homenaje a los 50 años de la Revolución Cubana. Arranqué el sueño en La Habana, luego pasé por Matanza y por varios pueblos de poca población. La única playa que toqué fue Girón por el valor histórico del lugar porque quería evitar el recorrido por zonas turísticas o balnearios internacionales ya que no era el sentido de mi travesía. Pasé por Cienfuegos y luego por Santa Clara, a 477 kilómetros de la capital cubana, la ciudad en la que el Che libró la última de sus batallas antes de ingresar triunfantes a La Habana. En Santa Clara está el monumento al Che donde descansan los restos del guerrillero argentino. Allí decidí cortar el plan inicial, finalizar el trayecto y dejar mi bicicleta en Santa Clara en obsequio a los cubanos”.
En 2007 hizo el trayecto La Higuera-Buenos Aires (3.143 kms. en dos meses), en 2008 corrió Buenos Aires-Rosario (340 kms.) para el 80 aniversario del nacimiento del Che. Podría decirse que todos los santos días Sharples busca las puertas de un nuevo desafío. Ni calmo, ni triste, alma viva de los deportistas envueltos en deporte y no en billetes, Sharples, jamás inclinado, ha producido el milagro de atraer algo de luz hacia un atleta olvidado.